miércoles, 11 de marzo de 2009

Una nube


La melodía sonaba en su cabeza, repitiéndose una y otra vez.

Subió a su cuarto y encendió la luz suave. Se sacó la ropa, se colocó su pijama y se metió a la cama. La textura de las telas le era tan agradable que tan sólo se dejó envolver por ellas. Frente a su cama está ubicada la más grande de las dos ventanas que posee la habitación. Aquella noche no cerró las cortinas y podía ver la fresca noche caer sobre Brethil Ilwë, el clima era ideal: ni muy frío, ni muy cálido, y con un suave viento atravezando el aire. Sus ojos se posaron en la ventana cuando los violines hacían su entrada y justo en ese momento la vió, una estrella pequeñita en aquel pedazo de cielo que enmarcaba la ventana, justo al frente, no tenía que moverse ni un ápice para verla perfectamente.
Se preguntó cuánto hace que esa estrella se podía ver tan bien desde ahí y porqué no la había visto antes. El ritmo acabó su tonada desafiante para entrar en la más dulce y sútil. Preguntándose estas cosas y reflexionando otras, comenzó a parpadear más lentamente, y sin querer hacerlo siquiera sus ojos se cerraron, fue sólo un instante, entonces fue el turno de las trompetas y sus ojos volvieron a abrirse buscando la ultima imagen que habían visto al cerrarse: la estrella. Pero ya no estaba. Se incorporó sobre su cama y miró a través del vidrio. No estaba. Sin entender mucho volvió a acostarse y pronto concilió el sueño, en su cabeza aún cuestionandose lo que acababa de pasar.

Al día siquiente llovió durante la mañana y hasta las primeras horas de la tarde.
Ya no recordaba que había desaparecido la estrella cuando había cerrado los ojos, los días siguientes la estrella se dejó ver hermosa sobre el manto negro azulado. Esa noche una nube caprichosa había tapado a la pequeña estrella. Pero no se dió cuenta de eso hasta la siguiente lluvia. Fue sólo una nube y la melodía acabó.